20 de junio de 2012

La más curiosa de todas.


Tenía tres años y fue la primera foto que marco la afición de mi padre. Afición que lo acompaño hasta el último de sus días. Él disfrutaba de retratar todos los momentos que le parecían importantes en nuestra vida cotidiana y ajena a la aventura. La mayoría de sus fotografías eran de los lugares que visitábamos: Parques infantiles, zoológicos y el cine. Nuestra familia no tenía otros lugares para ver y por lo tanto… Había muy pocas fotos que tomar. Además estábamos rotos y las fotografías carecían de felicidad. 
Esa en particular me genera curiosidad. No se que estaba viendo en ese momento pero puedo decir que debió ser algo mágico o por lo menos, algo que a esa edad resultaba relativamente excepcional. Lo cierto es que mi cerebro trata de encontrar el recuerdo exacto del momento, el que estaba viendo y lo que me hacía sentir. 
Pero dolía recordar una época de perdidas, de cuando las personas cierran la puerta tras su espalda y no regresan jamás… Tal como mi madre hizo una tarde de abril, a penas unas semanas atrás antes de la primera foto; la que tenía en mi mano y no lograba cuadrar con ningún momento de mi vida... Mi hermano y yo llegamos a creer que eso fue el atomizador del que mi padre encontrara su propia paz tras una cámara de fotografía.
Miro de nuevo la fotografía, mi trenza desarreglada y mis labios abiertos y deseo volver a ser una niña. Una niña de tres años que se quedo sin madre pero que seguía jugando a las princesas y los piratas con su hermano. Una niña de seis años que se cayó de la cama y comenzó a llorar hasta que su padre vino a levantarla. Una niña… Donde todo era más fácil y no había mucho que pensar.
Supongo que eso hubiera sido lo que me gustaría haber aprendido mientras crecía: Que la vida no son solo sueños sino también sacrificios. Admito entonces que es por eso que no puedo acordarme de aquella foto. Han pasado tantos años que resulta ya difícil decir cuando deje exactamente de ser una niña.
Dejo la fotografía en su lugar, en el último cajón de la mesa de noche de mi padre, junto a las demás y con su reluciente cámara; la última amiga que llego a tener. Ladeo mi cabeza mientras analizo ya de lejos la fotografía… Es como un recuerdo fugaz el que me asalta. 
Una niña que lloraba en el suelo de la cocina mientras gritaba mamá y su hermano gimoteaba contra el lavabo. Un hombre de gafas y aspecto desaliñado que colocaba el temporizado a su nueva cámara y estiraba su mano hacia su hija con una sonrisa, empujando sin querer la pila de platos que se estrellaron contra el suelo en un ruido sordo que ninguno de los niños había escuchado antes, las lágrimas cesaron… La boca de la niña se abrió mientras miraba como caía la fina vajilla y la luz del flash inundo la cocina cuando segundos después la inundo la risa. 
Si, la primara foto de una rota familia. Mi padre tomo cada momento importante y lo inmortalizo para nosotros pero esta foto yo nunca la había visto. Supongo que es por eso que es la más curiosa de todas: Solo esa tarde llore por mi madre, después de ese momento mi niñez fue marcada por mi padre y su cámara, por mi hermano y su balón de básquet y por mi propio deseo de ser feliz con lo poco que tenía. 
De niña todo era más fácil y supongo que lo que mi padre quería era dejarnos un largo camino de recuerdos y que nunca olvidáramos que a pesar de esa puerta que se cerró en abril, él nos había dado una infancia feliz.
(...)

Venga, que les soy sincera: No se de donde salio esta historia pero me gusto y me pareció linda al escribirla y decidí dejarla así. Es parte de la actividad del mes del grupo de Adictos.
Espero les haya gustado.
Lu

18 de junio de 2012

Lo último...


“-Si tu saltas yo salto ¿Recuerdas? No me alejaré de tu vida sin saber que estarás bien...Es todo cuanto quiero.” – Película, Titanic.
Cathy Cartwright jalo del pequeño cuerpo de su hermana entre la multitud que caminaba frenética hasta los botes salvavidas, podía escuchar los gritos desesperados que algunas personas daban en busca de alguien que se les había perdido de vista. Siguió caminando ignorando las miradas de pánico y se incursiono entre la marejada de gente que luchaba por un lugar. El llanto de su hermana seguía sus pasos.
.- ¡Solo mujeres y niños! – grito el joven de uniforme negro que era empujado por dos hombres que buscaban con afán un lugar en el último bote de la parte lateral – Solo mujeres y niños, señores – volvió a hablar.
Observo con ojos entrecerrados los pasos de los hombres que se alejaban por la cubierta B en busca de otro bote mientras el joven seguía dejando pasar a las mujeres con sus chalecos salvavidas. Bajo entonces su mirada, su pequeña bata para dormir de un tenue color rosa era lo único que la cubría en esa fría madrugada pero no podía pensar en otra cosa que en el llanto de su hermana. Un joven choco contra su hombro mientras lograba poner un pie en el bote que comenzaba a tambalearse contra el borde del barco.
.- ¡Señorita! – su grito se ahogo entre las miles de voces que seguían inundando la cubierta mientras buscaban al que se había perdido, oraban por el desastre o simplemente se atragantaban con el pánico - ¡Señorita! – su voz sonó entonces como un chirrido gutural pero logro que la joven que acababa de tomar el último lugar en el bote clavara sus ojos en ella.
No había espacio para nadie más. A menos de que fuera alguien que se pudiera cargar en brazos. Soltó un suspiro entre el alivio y la resignación y dejo que el frio viento meciera su cabello mientras daba un paso a un lado y el rostro lloroso de su hermana inundaba el campo de visión de la joven.
.- Se lo suplico – rogo con angustia mientras empujaba el convulsionante cuerpo de Heather hacia adelante – Es solo una niña de ocho años… - murmuro – Se lo suplico.
La joven seguía mirándola y Heather seguía llorando con su mano apresada. De pronto el miedo la embargo y se encontré llorando mientras seguía murmurando un suave “Se lo suplico”. Y entonces la joven estiro la mano mientras el bote comenzaba a tambalear de nuevo. Asintió con una sonrisa rota y se agacho a la altura de su hermana… Necesitaba decirle adiós antes.
.- Hey, Heather – le llamo con voz suave y rota - ¿Ves esa señorita de ahí? – pregunto mientras señalaba a la joven y su hermana asentía con nerviosismo – Bien, vas a ir con ella mientras yo voy a buscar a papá, ¿Listo? – pero su hermana negó y sollozo con mucha más fuerza – Hey, mujer. No es para llorar. Ya verás cómo nos veremos en unos minutos… Solo unos minutos.
No dijo nada más y le dio un beso suave contra su frente. Se levanto de un salto y alzo el cuerpo delgado de su hermana mientras se la pasaba a la joven. Le dio una sonrisa aún más grande mientras el tambaleo del bote se incrementaba al este empezaba a descender. Recién noto el frio que la noche traía hacia ella.  Se dio media vuelta mientras corría de regreso a la entrada de la cubierta, las personas seguía empujado y gritando mientras trataban de llegar a los pocos botes que quedaban en el borde del barco.
El corto camisón se le enredo con la banca del pasillo mientras sentía el fuerte empujón que un hombre le arremetió mientras corría hacia la salida. Tomo aire y retomo su carrera, cruzando frente al grupo de músicos que interpretaba con ahincó su canción favorita “Mas cerca de ti, Dios mío”. Su mente siguió los suaves tonos mientras daba vuelta en el final del pasillo y se encaminaba a la escalera principal. Había soñado todo ese tiempo por bajar por aquella escalera y nunca creyó que cuando lo hiciera el agua le diera a la altura de las rodillas. Un grito y una mano que se aferro a su muñeca mientras ella trataba en vano de entrar en la escalera hacia los dormitorios de la tercera clase.
.- Debes ir a cubierta, niña – la voz del hombre sonó profunda y relajante – Esa parte del barco ya está completamente inundada. Es a cubierta donde deberías correr – gruño el hombre mientras la jalaba de nuevo hacia las escaleras. Se zafo con un movimiento limpio y tomo el viejo rumbo.
El agua choco contra su pecho mientras trataba de bajar las escaleras con rapidez, las luces parpadearon y los gritos seguían yendo y viniendo de un lado y el otro. Todos corrían o se apoyaban contra las paredes y sus ojos buscaban con desesperación el número de reluciente bronce que marcaba su habitación.
.- 320… 321… 322… - decía por lo bajo mientras seguía avanzando - ¡323! – grito mientras había la puerta y se topaba con la imponente figura de su padre que metía con desesperación sus pocas pertenencias en una vieja maleta de cuero roído - ¡Papá! – su voz broto con entusiasmo mientras abrazaba a su padre.
.- ¿Qué haces aquí? – gruño él mientras la jalaba fuera del pequeño cuarto y caminaban con aquellos que corrían hacia las salidas. El agua entraba a chorros desde el lado sur del pasillo. El agua le daba entonces cerca a la cintura y el frio comenzaba a calar en sus huesos – Debemos salir de aquí… ¿Dónde está tu hermana? – pregunto en un rugido mientras seguían abriéndose paso entre la multitud desesperada que se arrinconaba contra las pequeñas escaleras de subida que daba al pasillo de la cubierta D.  La puerta estaba cerrada.
.- La he sacado en un bote – grito mientras era empujada por un hombre que llevaba en brazos un bebe – ¡Papá, la he sacado!
Pero él no la escucho, su vista estaba fija en la reja de bronce. En las cabezas que gritaban y lloraban. En los cuerpos que se abrazaban. Sus manos la rodearon y Cathy Cartwright sonrió por el gesto para cuando el agua comenzó a alcanzar sus hombros huesudos. El flujo era constante y los gritos comenzaron a apagarse. Las luces se fueron de un momento a otro y el pasillo de tercera clase quedo sumergido en las penumbras. La puerta estaba cerrada y Cathy Cartwright, a sus 15 años, ahogo una risa mientras el agua helada penetraba en sus pulmones… Había sacado a su hermana del barco y eso... Eso fue lo único que su mente grito en el último momento mientras los brazos de su padre seguían rodeándola.  
(…)

Escribir esto fue emocionante, triste y mágico. Me gusto mucho escribirlo y realmente espero les agrade leerlo.
Lo hice en el mes de abril, para conmemorar el centenario del hundimiento de este barco, que se llevo vida y pero dejo muchas historias de magia y esperanza.
Lu

10 de junio de 2012

¡Olvidar!



Caminó por la oscura habitación, masajeándose con suavidad sus adormilados ojos, entra al baño y se moja la cara, buscando despertarse del todo y lo hace, sus ojos se abren lo más que pueden justo en el mismo momento en que su vaga mirada se encuentra con el reflejo que el espejo le regala. Sintió un sinfín de emociones asentarse en su pecho, llenándole de incertidumbre, reconoce algunas entre las demás, el dolor y la resignación le saludan en la distancia, son dos viejas amigas de su corazón, son parte inminente de su vida. Pero también esta el infinito amor que algunas veces parece querer brotar de esa jaula en el que él mismo lo ha encerrado…
Las lágrimas acuden casi como desesperadas y nublan sus ojos mientras la imagen se vuelve borrosa; más su mente parece haberla fotografiado y la reproduce de un momento a otro, casi como con maldad mientras el corazón se estruja de a pocos. Y los recuerdos llegan casi como un relámpago mientras la imagen desaparece, esta vez son los sonidos los que inundan sus oídos y son las sensaciones las que despiertan su cuerpo; parece así uno de esos sueños o una de esas pesadillas que lo despiertan en la noche y que no lo dejan olvidar.
Olvidar; grita su mente mientras se traga de a tantos las pesadas lágrimas y se recuesta contra la pared… OlvidarEl espejo se ríe mientras sus rodillas chocan entonces con las baldosas crema del suelo, no hay lágrimas pero el pecho convulsiona mientras los recuerdos parecen bombardearle con fuerza. Su mente sigue gritando basta mientras su cuerpo ya no lo soporta y la pequeña fotografía junto al espejo sonríe casi con burla ante su agonía. Olvidar le era casi tan necesario como respiraba, vivir con los recuerdos de un ayer era demasiado y le perpetuaba una y otra vez lo débil que era.
Y era ese ayer el que parecía volverlo incluso aún más frágil, el tener que vivir con el hubiera podido ser… Tener que soportar la mirada de disculpa de los demás y tener que cargar con ese peso de no haberlo intentado y haberse rendido. Pesa más la culpa de no haberse arriesgado que el haber fracasado cuando se puso todo en juego, repite una y otra vez mientras las voces llegan y llegan a su cabeza.
Cada año, en esa misma fecha el espejo brillaba con luz propia mientras los recuerdos le inundaban cada vez con más ferocidad, le hundía en ese pozo oscuro de la vida perdida y le jalaban hasta llevarlo a la imagen infantil de una niña… De una niña que hoy tendría que ser una mujer, una doctora o una ingeniera; quien sabe que camino habría tomado; pero que tendría una sonrisa mientras le visitaba en su cumpleaños y con su mano delgada le revolvería el cabello en un gesto de cariño demasiado grande.
Años, meses y días perdidos en la rutina de querer olvidar algo que se perdió y que el tiempo no pudo borrar. El amor es tan fugaz como eterno y más cuando el dolor se entrelaza con el en algunos cuentos. Ella no tuvo ese final feliz de cuentos de hadas y él, en vez de levantarse y seguir se quedo de rodillas en el cuarto oscuro de su memoria, se trago las lágrimas y vivió con ese peso de no ser capaz de vivir por ella, de tener el final que ella no tuvo.
Y no puede evitar pensar en algún rincón de su mente en todas esas personas que han perdido algo, a alguien que se fue y no dijo adiós mientras la lluvia caía o el sol brillaba en la cúspide del azulado cielo; los niños, los jóvenes y los adultos… Las niñas que como su hermana, se rodeaban de sueños y no pudieron cumplir ninguno.
Se queda entonces ahí, de rodillas y sin llorar, con la risa infantil taladrándole los oídos y la fotografía riéndose de su incredulidad; cada año mientras mira el espejo ve el rostro adormecido de su hermana, el rostro triste de cuando se lastimaba y el rostro radiante de la última mañana que la vio antes de salir de casa.
Su corazón grita que aún hay esperanza, luego de años de espera larga y lastimera y su mente, entre el limbo de su debilidad creciente, le recalca con voz fiera que la esperanza murió el mismo día que llego a casa y no la encontró en ella.
Vive entonces con los recuerdos que atormentan, con el que hubiera… Y sigue esperando que una mañana se levante sin pesadillas o que una tarde los recuerdos se desvanezcan, que no exista más el dolor de la perdida… Se regaña entonces porque como puede olvidar a su hermana, si fue ella quien le enseño a valorar más la vida, los días grises con el sol tras las nubes y a las personas que entraban dando tumbos a su vida.
Y es egoísta, porque no es el único en el mundo pero se siente como el más débil de todos mientras grita dentro de su mente un basta frágil ante el recuerdo que llega… Desea tanto olvidar pero incluso el más atrevido de los humanos no lo había conseguido, ¿cómo lo iba a lograr él, el ser más débil del planeta?
Tendrá que vivir con ello el resto de su vida, con el intento de final que su hermana merecía y con su corazón sobrecargado de lágrimas retenidas. Era el más débil; incapaz de dejar escapar el dolor que le carcomía a través de una lágrima; y era también el más fuerte, porque su mirada no decía lo que ocultaba y una sonrisa falsa era lo suficientemente realista como para que los demás se la creyeran.
No había derramado ni una sola lágrima durante esos diez años y no lo haría, ni siquiera en el final.

(...)
Me encanto... Esa es la verdad. Lu