18 de junio de 2012

Lo último...


“-Si tu saltas yo salto ¿Recuerdas? No me alejaré de tu vida sin saber que estarás bien...Es todo cuanto quiero.” – Película, Titanic.
Cathy Cartwright jalo del pequeño cuerpo de su hermana entre la multitud que caminaba frenética hasta los botes salvavidas, podía escuchar los gritos desesperados que algunas personas daban en busca de alguien que se les había perdido de vista. Siguió caminando ignorando las miradas de pánico y se incursiono entre la marejada de gente que luchaba por un lugar. El llanto de su hermana seguía sus pasos.
.- ¡Solo mujeres y niños! – grito el joven de uniforme negro que era empujado por dos hombres que buscaban con afán un lugar en el último bote de la parte lateral – Solo mujeres y niños, señores – volvió a hablar.
Observo con ojos entrecerrados los pasos de los hombres que se alejaban por la cubierta B en busca de otro bote mientras el joven seguía dejando pasar a las mujeres con sus chalecos salvavidas. Bajo entonces su mirada, su pequeña bata para dormir de un tenue color rosa era lo único que la cubría en esa fría madrugada pero no podía pensar en otra cosa que en el llanto de su hermana. Un joven choco contra su hombro mientras lograba poner un pie en el bote que comenzaba a tambalearse contra el borde del barco.
.- ¡Señorita! – su grito se ahogo entre las miles de voces que seguían inundando la cubierta mientras buscaban al que se había perdido, oraban por el desastre o simplemente se atragantaban con el pánico - ¡Señorita! – su voz sonó entonces como un chirrido gutural pero logro que la joven que acababa de tomar el último lugar en el bote clavara sus ojos en ella.
No había espacio para nadie más. A menos de que fuera alguien que se pudiera cargar en brazos. Soltó un suspiro entre el alivio y la resignación y dejo que el frio viento meciera su cabello mientras daba un paso a un lado y el rostro lloroso de su hermana inundaba el campo de visión de la joven.
.- Se lo suplico – rogo con angustia mientras empujaba el convulsionante cuerpo de Heather hacia adelante – Es solo una niña de ocho años… - murmuro – Se lo suplico.
La joven seguía mirándola y Heather seguía llorando con su mano apresada. De pronto el miedo la embargo y se encontré llorando mientras seguía murmurando un suave “Se lo suplico”. Y entonces la joven estiro la mano mientras el bote comenzaba a tambalear de nuevo. Asintió con una sonrisa rota y se agacho a la altura de su hermana… Necesitaba decirle adiós antes.
.- Hey, Heather – le llamo con voz suave y rota - ¿Ves esa señorita de ahí? – pregunto mientras señalaba a la joven y su hermana asentía con nerviosismo – Bien, vas a ir con ella mientras yo voy a buscar a papá, ¿Listo? – pero su hermana negó y sollozo con mucha más fuerza – Hey, mujer. No es para llorar. Ya verás cómo nos veremos en unos minutos… Solo unos minutos.
No dijo nada más y le dio un beso suave contra su frente. Se levanto de un salto y alzo el cuerpo delgado de su hermana mientras se la pasaba a la joven. Le dio una sonrisa aún más grande mientras el tambaleo del bote se incrementaba al este empezaba a descender. Recién noto el frio que la noche traía hacia ella.  Se dio media vuelta mientras corría de regreso a la entrada de la cubierta, las personas seguía empujado y gritando mientras trataban de llegar a los pocos botes que quedaban en el borde del barco.
El corto camisón se le enredo con la banca del pasillo mientras sentía el fuerte empujón que un hombre le arremetió mientras corría hacia la salida. Tomo aire y retomo su carrera, cruzando frente al grupo de músicos que interpretaba con ahincó su canción favorita “Mas cerca de ti, Dios mío”. Su mente siguió los suaves tonos mientras daba vuelta en el final del pasillo y se encaminaba a la escalera principal. Había soñado todo ese tiempo por bajar por aquella escalera y nunca creyó que cuando lo hiciera el agua le diera a la altura de las rodillas. Un grito y una mano que se aferro a su muñeca mientras ella trataba en vano de entrar en la escalera hacia los dormitorios de la tercera clase.
.- Debes ir a cubierta, niña – la voz del hombre sonó profunda y relajante – Esa parte del barco ya está completamente inundada. Es a cubierta donde deberías correr – gruño el hombre mientras la jalaba de nuevo hacia las escaleras. Se zafo con un movimiento limpio y tomo el viejo rumbo.
El agua choco contra su pecho mientras trataba de bajar las escaleras con rapidez, las luces parpadearon y los gritos seguían yendo y viniendo de un lado y el otro. Todos corrían o se apoyaban contra las paredes y sus ojos buscaban con desesperación el número de reluciente bronce que marcaba su habitación.
.- 320… 321… 322… - decía por lo bajo mientras seguía avanzando - ¡323! – grito mientras había la puerta y se topaba con la imponente figura de su padre que metía con desesperación sus pocas pertenencias en una vieja maleta de cuero roído - ¡Papá! – su voz broto con entusiasmo mientras abrazaba a su padre.
.- ¿Qué haces aquí? – gruño él mientras la jalaba fuera del pequeño cuarto y caminaban con aquellos que corrían hacia las salidas. El agua entraba a chorros desde el lado sur del pasillo. El agua le daba entonces cerca a la cintura y el frio comenzaba a calar en sus huesos – Debemos salir de aquí… ¿Dónde está tu hermana? – pregunto en un rugido mientras seguían abriéndose paso entre la multitud desesperada que se arrinconaba contra las pequeñas escaleras de subida que daba al pasillo de la cubierta D.  La puerta estaba cerrada.
.- La he sacado en un bote – grito mientras era empujada por un hombre que llevaba en brazos un bebe – ¡Papá, la he sacado!
Pero él no la escucho, su vista estaba fija en la reja de bronce. En las cabezas que gritaban y lloraban. En los cuerpos que se abrazaban. Sus manos la rodearon y Cathy Cartwright sonrió por el gesto para cuando el agua comenzó a alcanzar sus hombros huesudos. El flujo era constante y los gritos comenzaron a apagarse. Las luces se fueron de un momento a otro y el pasillo de tercera clase quedo sumergido en las penumbras. La puerta estaba cerrada y Cathy Cartwright, a sus 15 años, ahogo una risa mientras el agua helada penetraba en sus pulmones… Había sacado a su hermana del barco y eso... Eso fue lo único que su mente grito en el último momento mientras los brazos de su padre seguían rodeándola.  
(…)

Escribir esto fue emocionante, triste y mágico. Me gusto mucho escribirlo y realmente espero les agrade leerlo.
Lo hice en el mes de abril, para conmemorar el centenario del hundimiento de este barco, que se llevo vida y pero dejo muchas historias de magia y esperanza.
Lu

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